SIEMPRE LA VERDAD
No se oculta a nadie que el periodismo está asistiendo hoy a grandes sucesos por impulso de las novedades tecnológicas. Pero, hay algo que no varía; algo que permanece inalterable a través de los años, de las modas y de todos los períodos históricos: los enemigos de la libertad, los enemigos de la transparencia del poder y los que creen que la verdad es privilegio de unos pocos. Donde la noticia es un informe sobre asuntos de alguna importancia o interés para la comunidad específica logrando reducir la discusión sobre el valor noticioso.
Los sesgos surgidos restringen notablemente cualquier pretensión de veracidad que haga el periodismo. En primer lugar, los periodistas reconocen la necesidad de incluir “antecedentes” en sus artículos. Pero, comúnmente, la lógica interna de los reportajes pone los antecedentes muy en el fondo. En segundo lugar, el periodista tiene un sesgo a favor de la información que interese a su público. Esto ayuda a explicar la queja favorita: que acentúan lo negativo. El desastre se convierte en buena fortuna.
Por otro lado, los periodistas deben tener precisión al momento de redactar con excelencia sin errores ortográficos ya que, trae más confiabilidad. Obviamente, que un periódico aún motivado por la calidad y el perfeccionismo comete errores, porque el hecho de eliminar todas las posibilidades de error se atascaría. Pero, si se llegara a cometerlos, se reconoce, se corrige rápidamente y sin actitudes defensivas.
Por otra parte, encontramos la objetividad. Es imposible manejar una historia de una forma desinteresada, como si se tratara de alguna otra situación, y ni qué decir de manejarla objetivamente. Pese a la dificultad, los buenos periodistas siempre se disciplinan para corregir los sesgos y los buenos periódicos tratan de no matizar los hechos, no adulterar la información incluso, cuando esos hechos son nocivos para sus propios intereses.
Uno de los problemas es la flexibilidad de la libertad de expresión. El periodista no debe publicar si no tiene pruebas que refutar o ponen en serias dudas la declaración dicha por alguna autoridad, el abordaje correcto sería publicar tanto la aseveración como la refutación. Por ello, el periodista acepta la obligación de hacer el seguimiento de sus dudas y corregir las impresiones erróneas.
Además, los periodistas tienen el deber de ser imparciales o de actuar sin temores ni favoritismos. Pero, solamente alguien que sufra de olvido abordaría cualquier cosa con total neutralidad, reconociendo esto, los periodistas se pueden disciplinar para hacer correcciones a este sesgo de neutralidad y manejar cada situación nueva con una mente abierta.
En relación con la honestidad intelectual, al presentar un informe noticioso, un periodista puede sacar determinadas conclusiones, pero también le impone el deber de hacer justicia en las áreas de debate. La regla de oro, una propuesta ética que pide que la persona trate a los demás como le gustaría que le tratasen, que trate de cambiar los papeles, de sentir empatía. Esta es una manera útil para mirar los requerimientos de la honestidad intelectual.
Por ende, los periodistas que reportan las noticias necesitan frenar la expresión de sus opiniones, mostrar modestia en sus juicios respecto a los hechos y siempre reservarse el juicio final en asuntos de valor. Una reportera que cubra un juicio no debe revelar sus conclusiones respecto a quién está mintiendo o si el acusado es culpable o inocente. En un artículo respecto a un tema de controversia el escritor no debe presentarse ni a favor ni en contra.
Por otro lado, la mayor parte del tiempo los periodistas no tienen conocimientos de primera mano sobre los hechos que están reportando. Todos los periodistas en un momento u otro han afrontado a un mentiroso consumado y han tomado como cierto lo que dice. A menudo dicen que no les importan los motivos de quienes les dan la información. Con esto generalmente quieren decir que no están interesados en analizar de quién es la causa que promueven la información fiel y significativa.
Finalmente, el primer capítulo de este libro nos recuerda con vivo aliento que nuestro compromiso es siempre la verdad para con los sagrados valores que nos identifican ya que, se torna cada día más decisivo para nuestra realidad y convivencia con nuestra sociedad. Como un mandato tanto en el espíritu como en la acción de quienes ejerceremos y amamos el periodismo.
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